Forum » Foro Liga Reunion de pastores.... » A ver qué tal | Date | |
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Mirad, chavales, yo no tengo blog ni nada, pero últimamente tengo algunas ideas para escribir y pensaba que tal vez a alguno os gustaran. Esto lo venía pensando en el autobús de camino a casa y me ha dado por escribirlo. A ver qué os parece: --- Una vez tuve una pesadilla. Estaba viendo la tele y en las noticias salía un político. Decía “...siete tres cinco uno cuatro cuatro dos nueve cero uno seis uno tres uno nueve siete cinco ocho. Eso es todo.” Apagué la tele y ví que se me había roto la lavadora, todo el suelo estaba empapado. La desenchufé y la bajé a reparar pero me decían que mejor me comprara otra, así que fui a comprar una pero la tienda estaba tan llena que la gente moría asfixiada dentro: al parecer estaban vendiendo lo mismo que ya tenían pero con pantallas táctiles y claro, todos lo querían. Yo también lo quería pero me dije que no quería morirme y me fuí. Empecé a notar que todo el mundo hablaba de unos cromos. Nosequé de unos cromos, que si los cromos por aquí, que si los cromos por allá. Yo no entendía nada pero ya se sabe uno no puede pedir que le expliquen las cosas porque parecer tonto es lo peor que hay, así que me iba enterando poco a poco por las conversaciones de unos y otros. Resulta que había unos cromos que la gente compraba y vendía, bueno, la gente normal no, sólo gente al servicio de los más poderosos, los que tenían el dinero y la influencia. Había que tener cromos, pero no hacía falta comprarlos, otros podían (y si eras lo suficientemente rico, debían) hacerlo por tí. Los cromos en verdad no valían para nada, no se podían comer, no te emborrachaban y ni siquiera eran divertidos. No hacían nada. Pero sin embargo, las vidas de todo el mundo habían ido siendo puestas, poco a poco, en función de los cromos. La gracia de los cromos era cambiarlos, claro. La gente se dedicaba a estudiar las tendencias en el cambio de cromos. A veces los cromos de unas colecciones se vendían más que otros y a veces menos, por más y menos dinero de un día para otro. Muchas colecciones se agrupaban y se hacían seguimientos conjuntos de sus precios día a día, minuto a minuto. El trabajo de cambiador de cromos empezó a ser uno de los más estresantes y la gente que trabajaba de ello había empezado a evolucionar diferente, habían desarrollado un hueso especial en la oreja que sujetaba sus teléfonos móviles y ya no necesitaban dormir. Pero aún así pronto no dieron a basto y los grupos más grandes de cambiadores de cromos empezaron a utilizar ordenadores que analizaban en tiempo real toda la información del mercado de cromos y lo inundaban con ofertas estratégicas para hacerse con colecciones completas que pronto cambiarían por otras de forma más ventajosa y así para siempre. Yo no entendía porqué pero todo el mundo hablaba de estos cromos todo el día, temerosamente casi siempre. “Si los cromos de esta colección siguen tan mal puede que me despidan de trabajo” me decía el camarero de un bar. “¿Por qué?” le pregunté. “¿Cómo que por qué? Pues porque si no se mueven los cromos no hay trabajo, colega.” “¿Ya no habría copas que poner?” “Si, pero no tiene nada que ver con eso... no lo entiendes, déjalo.” No lo dejé. Quería enterarme y me puse a leer los periódicos y resultó que casi sólo hablaban de los cromos. Todo se centraba en sus cambios, aquí, allá, tal colección, tal otra. Se hablaba de expectativas de intercambios, de valores relativos de crecimiento, índices de tasación, de hundimientos de sectores de colecciones enteras debido a unos intercambios a precios fuera de la lógica. Se hablaba de gestiones de regiones enteras en base a previsiones de cambio de cromos, de ciudades que no podían emprender obras por ciertos balances desajustados, de como países enteros debían aumentar sus índices de cambio y cómo debían poner todo su empeño, a cualquier coste, en llegar a determinados porcentajes de fiabilidad y estabilidad en el intercambio. El planeta entero parecía barrido por un auténtico huracán de cromos en constante intercambio, del que todos dependían. Ahora se movía para allí, ahora para allá, ahora reclamaba esto, ahora aquello. Los países que contribuían al crecimiento de ese movimiento se daban por satisfechos y se felicitaban de sus triunfos (se veían palmaditas en espaldas trajeadas entre hombres sonrientes), incluso eran envidiados por los de los países que no lo conseguían. La gente de los países en que los cromos se movían adecuadamente, pues había ciertos indicadores que así lo afirmaban, no estaba necesariamente más feliz, pero sí más tranquila, porque en los países en que los cromos iban mal la gente acababa matándose por conseguir un trabajo que antes despreciaban. De repente lo intolerable pasaba a ser lo deseable. De un día para otro y la gente daba gracias por estar encarcelado en una oficina o tras un mostrador doce horas (y algunas extra) cada día a cambio de vivir en la mera escasez. Para contribuir al movimiento de todos aquellos cromos la gente renunciaba a cuidar a sus hijos, a sus vacaciones, a sus horas libres, a sus hobbys, a su salud, a su buen humor... a lo que hiciera falta. Puede parecer una locura, pero a veces todo iba bien. Durante épocas enteras se conseguía que casi todos los índices, parámetros, estadísiticas, etc. de los cromos fueran bien. Curiosamente, la gente cada vez tenía que trabajar más tiempo para conseguir menos cosas, cada vez se iba más tarde de la casa de sus padres con mayor dependencia y menos comodidades. Cada vez todo servía para menos, pero la gente estaba feliz, porque al menos se suponía que estaban mejor que antes; al fin y al cabo, la batidora tenía ahora conexión wireless a internet y actualizaba tu estado del facebook a “batiendo” automáticamente. Los cromos iban mejor, así que las cosas debían ir bien en general. Los cromos realmente no hacían nada, no servían para nada y no traían nada al mundo, pero de algún modo representaban las necesidades de la gente. Se había llegado a creer que todo ese cambio constante proporcionaba información sobre mundo. Los cromos sólo se movían mientras la gente necesitara cosas y los intercambios y las bonanzas de sus usuarios fluctuaban según la gente de repente necesitase esto o aquello. De algún modo, eso era lo más aterrador de todo. El mundo entero estaba obsesionado con el sub-mundo de los cromos y con que discurriera con fluidez, con que se agrandara y expandiera cada vez más, pero esto significaba que ese incremento sólo se daba si las necesidades aumentaban. Lo terrorífico es que esta vorágine representaba el fracaso de la sociedad: el triunfo de la necesidad creciente. Quería decir que no nos valía con nada de lo que teníamos, que nada de lo hecho servía porque cada vez iba a hacer falta más o todos los cromos se desplomarían. El verdadero valor era que siguiera habiendo necesidades, que estas nunca se agotaran ni se satisficieran, sino que aumentaran, porque eso era bueno para los cromos. Algo era valioso para el mundo si conseguía que la gente necesitara más cosas. Los políticos luchaban por favorecer este tipo de cosas. Una necesidad nunca debía apagarse, sino simplemente aliviarse. Cuando alguien trataba de saciar una necesidad, se le proporcionaba algo que solo la calmara, pero que necesitara de constantes repuestos y actualizaciones, componentes no incluidos. Algo que ya estuviera viejo y desfasado desde el mismo momento en que se adquirió, para que siguiera necesitando participar del sustrato de ese mundo de la necesidad. Así nunca podría decir “este aspecto lo he satisfecho, no me tengo que ocupar de él nunca más”. La sociedad había conseguido mantener el torbellino a costa de estar cada vez más insatisfecha. Casi todo el mundo creía que eso era inevitable, que así eran las cosas y es como debían ser. Que no podrían ser de otro modo. Mucha gente, desde la televisión, los periódicos, los libros, los grupos de presión, etc., defendían las bonanzas del mundo del cromo. Las libertades que proporcionaba y las infinitas posibilidades que ponía a nuestro alcance. Los ideólogos del cromo se exprimían en los medios para que la gente viera lo que ellos veían con claridad: que cobrar una miseria, que todo fuera más inaccesible, que la gente estuviera cada vez más insatisfecha, que hubiera más y más desigualdad no eran los verdaderos problemas: el crecimiento del mercado del cromo, la satisfacción de los índices, el cumplimiento de los números. Esto era lo que importaba. Esto era lo valioso y lo que traía la verdadera felicidad y bienestar para la gente. Recuerdo que en el sueño yo tenía un trabajo de 42 horas semanales cargando cajas y dos veces al mes pringaba también los fines de semana. Que cada día acababa tan cansado y tan harto que sólo quería irme a casa a ver la tele, pero no podía porque ya no valía el sintonizador TDT, ahora había que comprar el HDT y yo no lo tenía. Que cobraba la paga mínima y se me iba casi toda en pagar una habitación en un piso a hora y media de donde trabajaba y que era joven y me apetecía tener hijos pero no podía pagármelos y menos aún cuidarlos... Recuerdo que poco antes de despertar le estaba explicando a alguien por qué no podía tener hijos en función del estado del intercambio de cromos a nivel internacional y por un segundo tenía sentido... Editado por Lst1984 15-02-2011 18:49 |
15/02/2011 18:37 |
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15/02/2011 19:05 | |
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Muy bueno Lst, gran interpretación del mundo de la expeculación en el que hemos vivido hasta hace un par de años, no hemos llegado a esos extremos, pero ha faltado poco en algunos casos, Espero y deseo que aprendamos de los errores, aunque quien sabe, lo mismo dentro de unos años, alguien inventa unos cromos... Bueno, espero que sigas con tus relatos, aquí tienes un lector |
16/02/2011 09:07 |
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Gracias chico! Si voy haciendo más cosas que me apetezca poner por aquí, serás el primero en saberlo! | 19/02/2011 19:32 |
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